Corría el año 2002 y la maratón de Medellín estaba en sus inicios. Tenía ya un buen recorrido con la bicicleta pero aún no me cautivaba el atletismo. Por aquellos días, llego un profesor nuevo de educación física al colegio, sabría con el tiempo que el también era una inminencia local. Raúl o “Raulin”, como le decíamos, entrenaba jóvenes promesas del atletismo que tenían como proyecto llegar a los olímpicos. Raúl, empezó a convencer a varios alumnos de sus capacidades y nos motivó a practicar atletismo después de clases. Ese año en compañía de mí gran amigo Juan Sebastián Giraldo, corríamos la primera media maratón de nuestras vidas, al terminar la carrera el amor fue inmediato por este deporte. Cada día que pasaba quería más, ser más rápido, ir más lejos, vencer mis propios límites.
Durante los próximos años corrí cuanta carrera había en la ciudad, por cinco años consecutivos fui a correr la media maratón de Bogotá. Un día vi una carrera que me llamo la atención, era una media maratón de montaña, organizada por una pareja de ídolos locales que han recorrido el mundo corriendo ultra maratones de todas las distancias. María Isabel y Juan Guillermo, son fundadores de Altitud, la primera y más reconocida escuela de escalada. Ellos han corrido por el mundo siendo pioneros en el país en ultra distancias. Compitieron en carreras legendarias como la maratón de Sables (7 días) en el desierto del Sahara y la ultra maratón del Mont Blanc (170 km). Además de estosu experiencia es infinita en la escalada, alpinismo, trote, triatlón y ciclismo. Su estilo de vida me cautivo y llegue a ellos queriendo ser apadrinado para entrenar a su lado.
Con los años nos conocimos mejor, empezamos hacer proyectos y rutas con Juangui, a soñar con trotadas largas por sitios mágicos que el ya conocía. Con él, recorrí en repetidas ocasiones, el páramo de Belmira, el parque los nevados y todo el valle del aburra. Nuestra mayor hazaña, lograr subir a la cima del Nevado del Tolima, en una sola etapa. Salimos del valle del cócora a unos 1300 metros sobre el nivel del mar para en 50 km estar a 5000 metros de altura. En esta ocasión, aprendí una de las lecciones más importantes en mi vida. En nuestro primer intento con un clima apocalíptico, nos tocaría abortar y buscar refugio en una casa para aliviar a Juangui, quien ya tenía inicios de hipotermia. Allí, sentí impotencia, era un sentimiento encontrado al no poder avanzar hacia nuestro objetivo, pero a la vez sabía que debíamos parar. Entendí lo que significa prudencia, respeto por la naturaleza, serenidad para tomar decisiones bajo estrés y sobre todo el valor de la solidaridad, la lealtad y trabajo en equipo.
Al día siguiente hicimos el segundo intento, este sí seríaexitoso y volveríamos como hombres nuevos y purificados de las nieves del magnífico nevado del Tolima. A Juangui y Maria, padres adoptivos en el deporte y la vida les debo un cambio de mentalidad que me ayudaron a forjar mi coraje para tomar decisiones arriesgadas fuera de lo convencional. Me enseñaron que es una amistad incondicional y desinteresada. Me enamoraron de la naturaleza y me reafirmaron que la vida se disfruta y se es feliz con lo justo, que las ambiciones del ego solo envenenan el alma y amargan el espíritu. Con ellos, aprendí a tener paciencia, a entender que no siempre son los tiempos nuestros si no el tiempo que nos dice la montaña y el alma. Por ellos, siempre seré un hombre de montañas. Gracias eternas.
gracias por esas palabras,me sacaste algunas lagrimas, y que no es fácil .por esto ,vale la pena hacer lo que hacemos,muchos éxitos