Para conseguir el apoyo de otros primero debí romper la barrera de confiar en mí. Una vez mis proyectos se volvieron más ambiciosos requería de permisos especiales, patrocinios e informar a mi familia de los planes. En mi cabeza no existía suficiente confianza ni credibilidad en mis propósitos para atreverme a comunicar esto, lo debía hacer. Con mucho miedo debía afrontar este bloqueo así que de la forma más autentica y sin ocultar nada solo conté mi historia.
La primera situación donde viví esto fue en la universidad, debía parar por un semestre para hacer mi viaje de costa a costa en Estados Unidos. Quien autorizaba guardar el cupo era el Director de la carrera, pedí una cita y allí me presente. Julian Ossa, un hombre calmado con sentido del humor pero serio, era a quien debía relatar mis planes. Sin más preámbulo le expliqué lo que quería hacer y lo que necesitaba de la universidad. Grata sorpresa, cuando dijo lo siguiente, - “claro Sebastián, ojalá tuviéramos más estudiantes como vos, ambiciosos por conocer el mundo y expandir sus fronteras, de eso se trata la universidad, de darles las herramientas para que salgan a experimentar el mundo”. – quede en una sola pieza con su respuesta.
Mi familia, en especial mi madre, desde muy temprano entendió y acepto que mis salidas de casa eran prolongadas, que existían riesgos, que estaría solo y expuesto. Ella sabía que mi felicidad estaba allí en esos retos, en conocer, en exponerme y poner a prueba mi mente y cuerpo. Siempre con mucha confianza me apoyo, eso sí, siempre me exigió mucha prudencia y saber determinar los riesgos que podían existir. Debido a que mi madre se presentaba como una mujer tranquila desde que yo era joven, me toco soportar e ignorar frases como, - “es que vos no le importas a tu mamá”… y cosas así por el estilo. Lo que pueden llegar a decir las personas sin conocer la intimidad de una relación. Para llegar a ese punto de confianza y entendimiento con mi madre fueron años de demostrarle mi responsabilidad y compromiso en como afrontaba estos retos. Desde muy joven confió en mí y me permitía ir al colegio en bicicleta, el cual quedaba en el alto de las palmas.
Una comunicación abierta entre padres e hijos desde jóvenes, sin limitar sus deseos, explicando y mostrando posibilidades, sin restringir, es lo que a mí me permitió salir a explorar el mundo sin temor y fue el primer paso para tener confianza en mí mismo. No sucedería lo mismo en el colegio por parte de algunos compañeros, me molestaban por montar en bicicleta, que era un deporte muy “bobo”, que para que lo hacía. Hoy, solo me queda gratitud con ellos, han sido este tipo de situaciones que me han motivado a seguir superándome cada día más. Solo para que veamos cómo es la vida, hoy todos estos compañeros montan en bicicleta y no hay nada que me haga más feliz, que entendieron todo lo que tiene el deporte para ofrecer.
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